Estrenamos curso con una nueva colaboración a nuestro blog de la maestra y pedagoga Anna Ramis, que nos invita a reflexionar en esta ocasión sobre el derroche alimentario y nos recomienda el video de Ada Parellada, una de las grandes divulgadoras de este tema y cocinera del restaurado Semproniana.

VENIMOS DE LAS VACACIONES CON ENERGÍAS RENOVADAS, LAS QUE NOS HACEN FALTA PARA AFRONTAR EL NUEVO CURSO CON OBJETIVOS AMBICIOSOS COMO LA LUCHA CONTRA EL DERRCHE ALIMENTARIO.

¡Comenzamos el curso con ganas y con los mejores propósitos! Y nos fijamos en un tema que desde hace unos años se ha ido poniendo ante nuestro: el derroche alimentario. El llamamiento de atención sobre los recursos naturales del planeta tanto a escala económica, medioambiental y ético empezó hace años por los combustibles fósiles, el carbón, y ha continuado ayudándonos a tomar conciencia que el mundo que habitamos no es infinito y que, por lo tanto, hay que tener cura. Los alimentos de origen vegetal y animal son un caso muy particular.

Los humanos no solo sobre producimos y tiramos para hacer subir los previos de los alimentos, sino que una vez los tenemos a la nevera de casa o en la mesa, ¡los tiramos! ¡He aquí un problema de alcance mundial, pero que tiene un campo de sensibilización muy cerca nuestro! Si hay un aspecto que hay que trabajar en la escuela, en casa y las empresas de restauración, hoy en día, es lo del derroche alimentario: la cantidad obscena de alimentos en buen estado que llegamos a tirar a la basura porque sí, por carencia de atención.

Para hacerse una idea de las tremendas dimensiones de este problema, aquí tenéis una breve explicación y aquí una charla de la restauradora Ada Parellada (que es una de las grandes difusoras de este tema).

Podría parecer que los niños y niñas y adolescentes no tienen ninguna responsabilidad en este problema, que verdaderamente hemos creado y mantenemos sin resolver los adultos; aun así, juntos, ellos y nosotros (nosotros comprometidos por su educación y su futuro) podemos encararlo y empezar a poner remedio.

Las familias y las escuelas son lugares privilegiados para la educación en hábitos y valores de las personas (¡no solo los pequeños!, también los adultos) porque la convivencia y la vida cotidiana son los mejores canales por donde viajan la estimación, y los aprendizajes. Pues se trata de aprovechar las experiencias cotidianas para fijarnos en el que compramos, cocinamos, comemos, guardamos o tiramos, y ponerlo todo ello en un contexto ético, social y planetario.

Los padres y madres, los maestros y monitores somos los adultos responsables de hacer dos cosas: tomar conciencia del problema del derroche alimentario y, mediante las acciones coherentes, transmitir nuestro testigo cotidiano de compromiso con la solución (acciones locales para soluciones globales).

Venimos de las vacaciones con renovadas energías, las que nos hacen falta para afrontar el nuevo curso con objetivos ambiciosos como el de la lucha contra el derroche alimentario, ¡y tenemos la suerte que tenemos una fuente potente de motivación y acción dentro de nuestro, gracias a la convivencia con nuestros hijos y alumnos que nos estimulan con su investigación de autenticidad!