Seguimos con una nueva colaboración a nuestros blog de la maestra y pedagoga Anna Ramis, que nos invita a compartir cómo es de importante la criatura disponer de tiempo de juego libre y de tiempo para aburrirse que estimule su creatividad.

ASÍ ES COMO SE SABE QUE EL DIÁLOGO Y LA INTERACCIÓN CON LOS OTROS ES VITAL PARA LA CREATIVIDAD, TAMBIÉN SE HA COMPROBADO QUE EL “NO HACER NADA” ES IMPRESCINDIBLE, PARA DEJAR APARECER LAS NUEVAS IDEAS.

Hace unos años que se empezó a sentir un clamor en la escuela por la educación lenta, que no agobie a los niños y niñas con contenidos, propuestas y aprendizajes, bajo la creencia que “los niños son como esponjas”, premisa que ha llevado muchas escuelas y familias a intentar hacer aprender a los pequeños cuántas más cosas y cuanto antes mejor, ignorando que las esponjas cuando están empapadas, chorrean.

¡El que quizás nos hace falta es entender que los humanos nacemos teniendo que aprenderlo todo, y que esto quiere tiempos! Y, como que el tiempo es finito, mientras se hace una cosa, no se hace otra. Si se cena puede quedar resentida, y “ahorraremos” tiempo, no dejamos que los niños aprendan a preparar la mesa o recoger la cocina.

Disponer incluso de tiempo de sobra, de tiempo vacía, de tiempo para aburrirse o para hacer algo no útil como es bostezas, o como se podría pensar que es jugar, es vital para nosotros, los humanos que tenemos un cerebro con gran capacidad para aprender, pero que necesita tiempo para “guardar” los estímulos, y para ponerlos en función del conocimiento que creativamente vayamos contrayendo.

La creatividad necesita tan de “materias primas” como son los estímulos de información, de ambientes, de relaciones, etc. Como de tiempo muerto para hacer combinaciones y aproximarse a nuevas combinaciones, y permitir que emitan en nuestra mente. Así como se sabe que el diálogo y la interacción con los otros son vitales para la creatividad, también se ha comprobado que el “no hacer nada” es imprescindible, para dejar aparecer las nuevas ideas.

Todo esto para ir pensando y repensando el ocio educativo, en el sentido más auténtico, como espacio de creatividad, en función del tiempo y no reglado y exigente, que tiene que permitir que los inputs recibidos, que las relaciones establecidas, que el ambiente de seguridad donde se encuentran los niños, los permita a todo ello y sintetizar aquellas propuestas geniales que a menudo aparecen dentro de los juegos más libres.

A partir de conocer cómo funciona nuestro cerebro, especialmente en las primeras etapas de la vida de las criaturas, reflexionamos sobre el sentido más creativo que tiene que tener su tiempo de ocio. ¡Y en función del respeto que nos merecen y de la creatividad que los queremos fomentar, no “llenamos” el tiempo de ocio de los niños!