Cuando Maribel era pequeña en su familia hacían de labradores en Sant Cugat y siempre tenían harina y otros víveres a casa. De niña, eso es lo que le gustaba más, era hacer pastas. Un día, al pasar un vecino que había estado cocinando, le preguntó a la madre. ¿Dónde tienes la masa? Y la madre respondió: ¡Allí está! ¡Haciendo Farinetes! Es a partir de entonces que todo el mundo la conoció con este sobrenombre, Farinetes.

Este ha sido el punto de partida del proyecto educativo de este año, el Farinetes Tour, contando con una ilustración que la dibujante Pilarín Bayés hizo inspirándose en una foto de cuando Maribel era una niña y ya rondaba por la cocina.

El vecino cocinero le regaló un de sus libros viejos, “El Arte de la Buena Comida”. Y con este recetario y otro que había por casa, Maribel empezó a interesarse cada vez más por el mundo de la cocina.

Si un día coincidís con ella y le preguntáis por una receta se pondrá el mar de contenta. Pero no esperáis que os diga las cantidades, no. Se ve que estos libros clásicos cuando explican una receta se limitan a decir “Un pellizco de aquí. Un pellizco de allá”. Y con estas indicaciones y mucha vocación Maribel empezó a cocinar al Bar Compostela, primero. Y después para un montón de escuelas cuando, los maestros que la conocían de comer al Compostela, vinieron a pedirle ayuda para organizar el comedor escolar.

  • Qué momento te viene a la memoria cuando piensas en Campos Estela. ¿Nos explicarías una anécdota?

La clientela me protegió mucho. Cuando abrimos el bar yo era muy jovencita, tan solo tenía 20 años. Y fueron los propios clientes los que me explicaron cómo hacer ir la cafetera o como servir las cervezas y los licores. Además, los chicos y chicas que estudiaban por maestro en la Casa de Cultura de Sant Cugat vinieron por casa y me preguntaron si se los podía hacer comer. Aquí empezó todo.

  • Si tuvieras que describir Campos Estela en pocas palabras, ¿cuáles elegirías?

Ir mejorando siempre.

  • ¿Qué crees que ha cambiado más de la empresa (o de los comedores escolares) durante todos estos años?

La manera de cocinar quizás. A los inicios pelábamos sacos de patatas a mano. Lo hacíamos la noche antes con la ayuda de algunos clientes del bar que nos ayudaban todos en círculo alrededor de la estufa. Siempre nos sentimos muy acompañados por toda la comunidad de vecinos donde vivíamos y teníamos el bar.

  • ¿Nos explicarías un juego de tabla de los clásicos porque lo podamos recuperar en las escuelas con los niños?

Recuerdo que, de pequeña, con los huesos de albaricoque hacíamos un tipo de silbatos. Y también jugábamos a las canicas, a tabas y a hacer collares con las hojas de la pinocha.

  • ¿A qué te gustaba jugar al aire libre cuando eras pequeña?

Creo que me gustaban más los juegos movidos, que se consideraban de chicos, como el fútbol. Me encantaba ir en bicicleta, jugar a la cadena y a los indios. Cuando tenía 15 años todavía jugaba a los enredos. Unos cuántos nos cogíamos de las manos en círculo y formábamos un nudo con los brazos. Después teníamos que deshacer el lío, pero sin soltarnos de las manos.

  • Cuál es el plato más característico de la casa o qué te gusta más.

Recuerdo mucho cuando hacíamos un montón de tortillas a la francesa con cuatro paellas, vuelta y vuelta, bien deprisa. Y también los huevos fritos para los platos de arroz a la cubana. Algunos de los platos que más gustaban a los niños eran los macarrones con boloñesa, los canelones, las croquetas y las albóndigas que hacíamos a mano, una a una. También hacíamos una sopa muy consistente, con las carcasas del pollo y los pedreros. Seguíamos los consejos de una doctora que nos había recomendado qué ingredientes poner al caldo.