Entrevista a Laura Reñaga, referente a la estrategia Residuo Cero en el Ayuntamiento de Bacelona, en marcha desde el año 2018, y que cuenta con acciones para la prevención del derroche alimentario. Previamente, en 2011 se elaboró la guía Piensa, compra, cocina, come. La comida no se tira. El año siguiente, con la elaboración del ‘Plan de Prevención de Residuos 2012-2020‘, se incorporó la línea de trabajo en las escuelas, con el proyecto ‘Nos lo comemos todo’. El ‘Plan Residuo Cero‘, en fase de aprobación política, toma el relevo del Plan 2012-2020. Es un documento más ambicioso, porque no se limita a la prevención, sino que también trabaja por la reutilización y el reciclaje.
¿Qué balance hacéis del ‘Plan de Prevención de Residuos 2012-2020‘?
Ha funcionado muy bien. Hemos hecho un total de 180 acciones, unas cincuenta diferentes, que han tenido continuidad a lo largo del tiempo. Esto nos ha permitido prevenir 17.500 toneladas de residuos y evitar la emisión de 10.180 toneladas de CO₂. han participado 9.900.000 personas y hemos contado con 8.456 agentes colaboradores, entre entidades, diferentes organismos municipales, colectivos y proveedores. Entre las acciones concretas, podemos destacar las comidas de aprovechamiento en los diferentes barrios de la ciudad, que han superado las 3.500 raciones, o las microrredes de residuos, en que han participado más de 125.000 alumnos. Si miramos toda la población de Barcelona y la cantidad de residuos que se generan, puede parecer poca cosa, pero estamos en las bases, cuesta mucho llegar a la ciudadanía con este tipo de acciones. Ahora bien, estamos contentos, porque hemos abierto una línea de trabajo en que tenemos que continuar profundizando.
¿Se ha llegado a los objetivos planteados de reducción en la generación de residuos?
El Plan planteaba el reto de llegar, el 2020, a 1,386 kg por habitante y día, y lo hemos logrado. El 2019 llegamos a 1,34 kg, y el 2020, a 1,19, pero tenemos que tener en cuenta que este dato está muy marcado por la influencia de la pandemia, de forma que no la podemos considerar representativa. Con el nuevo plan ‘Residuo Cero‘, planteamos reducir la generación de residuos a 1,2 kg/habitante/día.
¿Hay algún indicador para conocer qué cantidad de estos residuos corresponde a derroche alimentario?
Disponemos de dos datos que nos sirven de referencia. La primera, de ya hace un tiempo, corresponde al estudio que la Agencia de Residuos encargó a la UAB el 2012, y dice que cada persona tira 35 kg de comida el año; el segundo dato lo obtenemos a partir de las caracterizaciones periódicas que basura de la fracción orgánica, y nos sirve para hacer un seguimiento. Uno de los aspectos que analizamos es el derroche alimentario; es decir, todo aquello que ha ido a parar al contenedor marrón, pero que nos podríamos haber comido. En estos momentos, nos encontramos alrededor del 7%, pero tenemos que tener en cuenta que no todos los residuos orgánicos van a parar al contenedor marrón.
Nos hemos presentado a una convocatoria europea junto con otras ciudades, como por ejemplo Hamburgo, París o Aveiro, con un proyecto el objetivo del cual es homogeneizar la recogida de datos y establecer la metodología para obtener el indicador respecto al derroche alimentario en las ciudades. Disponer de esta información nos permitiría focalizar en las acciones necesarias para mejorar.
¿La ley catalana de prevención de las pérdidas y el derroche alimentario y el estatal serán herramientas útiles para las ciudades?
Sí, son herramientas muy potentes, porque ayudan allá donde no llegamos con acciones de sensibilización, formación y comunicación. Si es normativo, es de obligado cumplimiento y, por lo tanto, no dependemos de la fuerza de voluntad o de la sensibilidad de cada cual. Además, en el caso de la ley de prevención de las pérdidas y el derroche alimentario, es importante destacar el hecho que prioriza la prevención en origen ante la redistribución de los excedentes. La ley impone obligaciones a cada uno de los agentes de la cadena alimentaria. Las empresas distribuidoras de alimentos tendrán que elaborar su propio plan de prevención del derroche alimentario, los restaurantes tendrán que facilitar que la clientela se lleve la comida sobrante y las administraciones públicas tendrán que incorporar a la contratación pública cláusulas para prevenir el derroche y recoger datos, cosas que desde el Ayuntamiento ya estamos haciendo.
¿Qué objetivos planteáis y qué nuevas líneas de trabajo abrís con el nuevo plan Residuo Cero?
En primer lugar, nos tiene que servir para planificar la gestión de los residuos durante los próximos años. Tenemos marcadas diferentes líneas estratégicas con sus objetivos y sus actuaciones. El marco normativo ha cambiado respecto al 2012, de forma que el nuevo plan también nos permite actualizarnos en este sentido. El tema de la reutilización toma relevancia, en dos sentidos: por un lado, para potenciar el uso de elementos reutilizables que sustituyan los desechables, como vasos, platos, cubiertos, pañales…; y de la otra, para fomentar la reutilización entre la ciudadanía, a partir de espacios de intercambio, a los puntos verdes, etc. En cuanto al derroche alimentario, queremos continuar desarrollando acciones de sensibilización, como charlas, talleres y comidas de aprovechamiento, y también trabajando para el aprovechamiento de los excedentes alimentarios, para canalizarlos hacia donde sean necesarios. Desde el punto de vista de las jerarquías, para nosotros es prioritario prevenir la generación del residuo, pero si no se ha podido evitar hay que canalizarlo para que lo aproveche alguien, ya sean entidades sociales, o, en el caso de los que se generan en la escuela, la propia comunidad educativa. De este modo, también haríamos trabajo de sensibilización.
La escuela es uno de los ámbitos en que trabajáis la reducción de residuos, con el programa Escuelas + Sostenibles, que ya ha hecho 20 años ¿Cómo está funcionando?
Es un programa de éxito, porque trabajar con los niños nos permite llegar lejos. Ellos son difusores de mensajes, explican a las familias que han hecho, y así llegamos también a los adultos. Además, crecen con esta sensibilización, y seguramente sus hábitos cuando sean adultos en la gestión de los residuos serán mejores que los de generaciones anteriores.
Dentro de Escuelas + Sostenibles contamos con varias microrredes relacionadas con los residuos: ‘Envoltorios + Sostenibles’, para fomentar los envases reutilizables del almuerzo; ‘Compostamos y aprendemos’, para fomentar el autocompostaje; los Planes de prevención de los residuos de las escuelas, que cada centro desarrolla en función de sus posibilidades; y ‘Nos lo comemos todo’, centrado en la prevención del derroche alimentario, y que funciona de una manera muy similar al Pesa y Piensa de Campos Estela.
¿Cuál es la dinámica de trabajo de esta última microrred?
Cada curso parte de unos alimentos protagonistas, en el entorno de los cuales se hacen una serie de propuestas, siguiendo una metodología que se divide en cinco fases: se hacen actividades para conocer cada alimento; lo pesan una vez se ha servido, la ración inicial y el que se ha derrochado, y hacen una ficha para reflejar la huella ecológica que representa este residuo; tienen que pensar cómo se podría haber evitado el derroche alimentario y elaborar un plan de prevención; y, finalmente, tienen que comunicar su experiencia al resto de la comunidad educativa para sensibilizarla.
Las microrredes funcionan de forma autónoma. Nosotros no entramos al aula, sino que capacitamos al profesorado para que las gestionen. Les damos herramientas mediante charlas y formaciones a lo largo del curso, hacemos visitas en las escuelas para asesorarlos y les proporcionamos un abanico muy grande de actividades para cada una de las fases de la metodología de trabajo. Además, también está implicado el personal del comedor.
¿Cómo se apuntan las escuelas a ‘Nos lo comemos todo’?
Desde Escuelas + Sostenibles se ofrece en los centros un catálogo con todas las microrredes, y se inscriben a las propuestas que más los interesan. En ‘Nos lo comemos todo’ han participado 224 escuelas y más de 75.000 alumnos en nueve años.
¿Pueden repetir?
Sí, la prueba del éxito del proyecto es que hay centros educativos que repiten e incluso hay muchos que lo hacen cada año.
A final de curso, haceis un informe con los datos que aportan los centros ¿La evolución es positiva?
Sí, en general, hemos ido observando una reducción del derroche alimentario en las escuelas, a pesar de que estos dos últimos cursos, a consecuencia de las restricciones por la pandemia y las dificultades para llevar a cabo la actividad con normalidad, ha subido un poco.
Los pasos atrás que ha supuesto la pandemia obligan a hacer un trabajo extra de sensibilización?
Sí, nos ha pasado en muchos ámbitos de la sostenibilidad y el medio ambiente; por lo tanto, tenemos que recuperar hitos que ya teníamos logradas, y tenemos que continuar avanzando. Además del caso de derroche que comentaba, otro ejemplo es el repunte en la utilización de vasos desechables. No hay ninguna razón por la cual no se puedan usar elementos reutilizables como vasos, platos o cubiertos. Los bares bien que usan vasos de vidrio que se reutilizan infinitas veces y a nadie se le ocurre que se tenga que tirar porque ya lo ha usado otra persona.
Hay bastante sensibilización respecto al derroche alimentario?
No es suficiente, la prueba es que los niveles de derroche alimentario son elevados. El objetivo tendría que ser que no hubiera nada de derroche. No es solo desaprovechar el alimento, sino todos los recursos que se han empleado para su producción. Hay muchísimo trabajo a hacer en todos los eslabones de la cadena.
Qué otras acciones se podrían impulsar desde el ámbito municipal?
Tenemos que continuar incidiendo en la línea del que contemplamos en el ‘Plano Residuo Cero‘. Un ejemplo es la Guía para la creación de redes de aprovechamiento alimentario comunitarias. Se creó la red del barrio de Sagrada Familia antes de la pandemia; quedó parada con las restricciones, y entonces hicimos una guía para poder extender este modelo a toda la ciudad. También hay que canalizar los excedentes alimentarios y ampliar la red de canalización con las escuelas, productores, supermercados, etc.
Para salir adelante con estas redes, hace falta la participación del tejido asociativo. Qué respuesta recibís?
La participación ciudadana es imprescindible. Necesitamos ir de la mano con entidades, establecimientos comerciales que quieran dar alimentos, voluntarios que se encarguen de recogerlos… Ya hay varias iniciativas que se están poniendo en marcha en algunos barrios. Para la prevención del derroche alimentario necesitamos la alianza de todo el mundo y un cambio de hábitos generalizado.