Presentamos un artículo de Juanjo Fernández Sola, consultor pedagógico y profesor todoterreno que suele impartir actividades de formación sobre temas educativos bien varios y actuales.

En esta ocasión, nos apunta algunas recomendaciones, en un tono divertido y desenfadado, cómo el momento de sentar todos en la mesa puede convertirse en un espacio mágico. Un instante tan mágico como el que viven los equipos de los buenos restaurantes cuando comen juntos antes de un servicio. No os perdéis el final.

¡COMER EN FAMILIA, ESPACIO MÁGICO!

– ¿Espacio mágico, dices? ¡Pero si es un infierno!

¡A ver, comer en familia es un espacio mágico… pero hay que trabajárselo! Antes, durante y después.

Para empezar, suponiendo que los hijos no hayan intervenido en la preparación de la comida (sería muy recomendable que lo hicieran, pero de esto, ya hablaremos otro día), hay que avisarlos con tiempo -y personalmente- que habrá que poner la mesa. Sí, con tiempo y personalmente, que quiere decir ir un a uno, y decir: “En 10 minutos, a poner la mesa”. La alternativa, ir uno por uno a espetar: “Va, venga, a poner la mesa, ¡ya!” solo generará malas caras (y más que malas caras), y en la hora de la verdad, poca mesa parada. En la misma línea, ponerse a gritar desde la puerta de la cocina: “¡A poner la mesa…!” genera tensión, irritación… y solo tiene sentido si vivís en un rancho y tenéis la familia esparcida lanzando novillos (y no creo que sea el caso).

Pasados los 10 minutos, si todo va bien, irán viniendo. Si no, se admite un recordatorio con unos cuántos decibelios, pero sin agobiarse. Eso sí, todo el mundo tiene que tener claro cuáles son las consecuencias de no haber colaborado a poner la mesa: tienen que ser consecuencias proporcionadas, pero tienen que ser. Nota: si el/la primero/a que ha venido a poner la mesa va refunfuñando mientras abre el cajón de los cubiertos, no le vayáis detrás en plan inquisidor recriminándole “Qué has dicho, ¿eh? ¿Qué has dicho? ¡Venga, que lo sienta yo!” porque -no lo olvidáis- está poniendo la mesa. En cambio, el caradura que sigue en su habitación quizás os ha dicho sonriente: “Sí, sí, ¡ahora mismo vengo!” y es mucho cariñoso… pero NO está poniendo la mesa, y seguramente acabará comiendo tan pancho sin ninguna consecuencia, ¡porque es un crack!

Por cierto, en cuanto a poner la mesa, recomiendo vivamente que participe todo el mundo (con excepción de quién haya sido preparando la comida), cada cual haciendo alguna tarea: el mantel, las servilletas, los cubiertos, los vasos, la jarra de agua… Sé que a menudo la organización es otra: a uno le toca poner la mesa, otro la quita… o bien a uno le toca poner la mesa todo un día, a otro día… Parece un buen sistema, pero si, por el que sea (excursión, enfermedad, comer fuera) a quien le toca no lo puede hacer su día, se genera una casuística difícilmente gestionable: “Cómo tú no lo hiciste ayer, te toca dos días seguidos, y entonces yo ya haré el fin de semana…”. Si cada cual tiene una pequeña tarea, cuando falla alguien, no es tan “pesado” sustituirlo y, además, estaremos empezando a generar conciencia que aquella comida es “cosa de todos”.

Muy bien, mesa parada. Ya estamos sentados. Y ahora, ¿qué?

Si sois creyentes, os recomiendo que bendigáis la mesa. Bien, y si no lo sois, también: dais gracias por el que tenéis y podéis compartir. Si hay invitados, todavía más. Pensáis que, al fin y al cabo, “bendecir” es “decir bien”, de las cosas y de las personas. Y decir bien de la comida hará que os sienta mejor. ¡Y es bastante más educado que gritar “Al ataque!” o “¡Tonto el último!” y abrahonar sobre la comida, ¿verdad?

Y ahora, la Regla de Oro del Espacio Mágico: Todo el mundo Tiene que Poder Explicar Una Cosa. El pequeño tiene que poder explicar que un ganapán le ha destrozado el “bollito” de arena que estaba haciendo en el patio, la media tiene que poder explicar que ha contestado muy bien una pregunta que le han hecho en clase, el grande tiene que poder explicar que aquella profesora le tiene manía, los padres tienen que poder explicar una cosa que los ha pasado al trabajo, o como les ha gustado aquel libro… Si surgen preguntas, diálogo, conversa… adelante. Pero que se cumpla la Regla de Oro: Todo el mundo Tiene que Poder Explicar Una Cosa.

Aquí los adultos tenéis que ser buenos moderadores, de forma que cuando, por el que sea, un relato ha sido interrumpido, una vez acabada la interrupción, os toca a vosotros retomar el relato, dirigiéndoos a quién estaba hablando: “Así, ¿el “bollito” era mucho chulo?” “Qué nervios cuando te preguntan en clase, ¿no?” “Esta profesora no es la que tenías el año pasado, ¿verdad?”. De este modo desactivaréis los posibles intentos de “boicot” de algún comensal que quiere que el otro acabe rápido porque a él le llegue el turno más bien, y estaréis poniendo los cimientos del Espacio Mágico: “aquí todos podemos hablar y todos somos escuchados”. Es evidente que, para facilitarlo, no habría de haber distracciones en forma de pantallas, ni individuales ni grupales. Ahora bien, excepcionalmente, puede ser incluso interesando que pongamos en marcha la tele, si se trata de comentar aquel hecho que saldrá a las noticias, por ejemplo, y sobre el cual volemos conversar: es muy importante que los hijos sientan las opiniones de los padres -sobre todo si son razonadas y respetuosas- y que puedan expresar las suyas. Si vosotros no dais vuestra opinión, estáis dejando que se imponga el relato… de cualquier otro. Pero esto tendría que ser excepcional. En general, el botón donde/off, mejor en modo off.

Coméis, habláis, reís, explicaos cosas, servíos la comida y la bebida unos a los otros, conozcáis los gustos de cada cual, alabáis las artes culinarias de quién haya preparado la comida, ¡hacéis familia comiendo!

No estoy diciendo que todo ello sea fácil, o que no habrá nunca conflictos, pero no desfallezcáis: insistís con buen humor, ¡que merece la pena!

Me explicaron que en los buenos restaurantes (no los de “Pesadilla en la cocina”), antes del servicio, el personal come, todos juntos, y toda aquella gente que a la cocina trabaja siguiendo una jerarquía muy estricta, a mesa son todos iguales, comen, conversan, aprenden unos de los otros y se lo pasan bien. ¿Y sabéis como dicen, de este momento? “Comer de familia”. ¿Lo veis, como es un espacio mágico?

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