Entrevista a Michele Pancaldi Coordinador local de ‘EcoWaste 4 Food’ y operador del centro de educación ambiental de Ferrara

El modelo ‘Pesa y piensa’ de Campos Estela ha empezado a superar fronteras. La ciudad italiana de Ferrara implementó el 2019 el proyecto ‘Mangia e piensa’ (come y piensa, en italiano) en los centros educativos del municipio. El proyecto europeo EcoWaste 4 Food ha estimulado este intercambio de iniciativas europeas en el marco de la lucha contra el derroche alimentario. Hablamos con Michele Pancaldi, coordinador local de ‘EcoWaste 4 Food’ en Italia y operador del centro de educación ambiental de Ferrara para conocer con mayor detalle la implementación de este proyecto en la región de Emilia-Romanya.

El proyecto ‘Mangia e piensa’ ha conseguido unir la administración pública de Ferrara, el profesorado, los profesionales de la educación del municipio y los dietistas. Cómo surgió la iniciativa?

‘Mangia e piensa’, y en general todas las actividades relacionadas con el derroche alimentario, surgieron gracias al proyecto europeo ‘EcoWaste 4 Food’, con el apoyo del Programa interregional de la Unión Europea. El proyecto propició la creación de un marco temático, organizativo y financiero que ha dado vida a proyectos como el nuestro. Este proyecto ha propiciado la creación de un grupo local formado por profesores, familias y autoridades sanitarias locales que han trabajado conjuntamente para adaptar el modelo catalán de ‘Pesa y Piensa’ a la realidad de la ciudad de Ferrara.

El proyecto intenta transmitir a los alumnos la necesidad de cambiar nuestros hábitos alimentarios. Cómo valoráis los resultados logrados hasta ahora?

Los datos recogidos durante los dos primeros ciclos han supuesto una mejora razonable en cuanto a la reducción del derroche alimentario. Ahora bien, creo que el éxito de ‘Mangia e piensa’ es doble: por un lado, hemos conseguido implicar toda la comunidad escolar contra el derroche alimentario. Pero por otro lado, también se ha logrado un valor añadido en las acciones educativas realizadas por profesores. Así, hemos conseguido que el alumnado participara de forma activa en las actividades, generando un apoyo indispensable en el ámbito de la educación alimentaria, tanto entre los alumnos, como entre las familias.

‘Mangia e piensa’ ha formado los profesores en hábitos alimentarios. Hay poco conocimiento sobre el sistema alimentario en la sociedad europea?

Sí, hay muy poco. Se tiene pocas luces sobre cómo funcionan los sistemas alimentarios a diferentes niveles. De hecho, solo se dispone de un conocimiento parcial que propicia el impulso del sistema hacia una dieta más sostenible y de mayor calidad. Una de las actividades que se hicieron en el proyecto fue identificar de donde proviene nuestra comida. Los alumnos (y también los profesores) identificaron los lugares donde acostumbran a hacer las comidas, ya esté en casa, en la escuela o a los establecimientos locales. Así conseguimos extraer información sobro en qué espacios nos alimentamos. Después, se fue algo más allá y nos preguntamos de donde obtienen los alimentos las tiendas y supermercados donde hacemos la compra, cosa que generó un gran debate sobre el cultivo y la capacidad productora de Italia. Con la alimentación hay algo democrático: todos lo necesitamos. Esto nos tiene que hacer recordar que tenemos la obligación de garantizar que todo el mundo tenga acceso a una buena alimentación. ‘Mangia e piensa’ ha promovido el valor de los alimentos y de la cadena alimentaria, recordando que todos somos interdependientes. Por un lado dependemos de los agricultores, los productores, los supermercados, los cocineros, los mataderos, los veterinarios, el transporte y los científicos. Pero por otro lado, también dependemos del suelo. Para que un suelo sea saludable dependemos de la lluvia, la luz, las abejas, los gusanos y el resto de la biosfera que propicia la creación de alimentos.

El proyecto ha sabido unir las diferentes problemáticas que genera el derroche alimentario: el impacto ambiental, la salud y el impacto en el desarrollo de los niños. Tenemos que considerar el derroche alimentario como un problema global de nuestra sociedad?

Efectivamente. Los recursos de la tierra son limitados y cuando tiramos alimentos también estamos tirando los recursos que se utilizaron para producirlos. El derroche alimentario ejemplifica el paradigma de la necesidad que tenemos de cambiar nuestro estilo de vida.

En Europa existe otro problema endémico en relación con la alimentación: la obesidad y la ingesta de alimentos poco saludables. Es necesario un cambio cultural para mitigar el derroche alimentario?

Se trata de un tema controvertido sobre el cual no tengo conocimientos específicos. Sin embargo, hay estudios e investigaciones que demuestran que el consumo de alimentos de muchas personas es constantemente superior a las necesidades calóricas. Esta es una dinámica creciente que también supone un enorme riesgo para la salud y que, además, ejerce mayor presión sobre los recursos naturales y el medio ambiente. Vivimos en una sociedad de abundancia que parte del paradigma del consumo. Consumo ergo sum, consumo, o sea que existo. Solo para poner un ejemplo, en la ciudad de *Ferrara hemos demostrado que tres cuartas partes del pan que se produce no se acaba comiendo, y solo sirve para montar escaparates y atraer clientes. Esto también significa que el coste de producción de los alimentos no está ligado a la suma del coste de los recursos utilizados y del valor de la mano de obra. Por otro lado, el valor que damos a los alimentos va en función de los programas de cocina que vemos en la televisión o en YouTube. La población está dispuesta a gastar grandes cantidades de dinero por un teléfono móvil, pero no por comida de calidad. Además, se identifica una tendencia de adopción de la alimentación de calidad por parte de las personas con mayor poder adquisitivo. Esto tiene que cambiar. Somos el que comemos.

Casi el 40% del derroche de alimentos se produce antes de que los productos lleguen al mercado. Hace falta también cambiar la manera de producir, transformar y comercializar para conseguir unos sistema alimentario sostenible?

Durante el proyecto hemos aprendido que hay dos motivos principales que generan derroche alimentario: la pérdida de alimentos y el derroche de alimentos. La pérdida de alimentos es la categoría más grande y abraza cualquier alimento comestible que no se come, en cualquier momento. Aquí se pueden incluir cultivos que quedan en el campo, alimentos que se echan a perder durante el transporte y todos aquellos alimentos que no llegan a la tienda. A nivel nacional y europeo ya se ha reconocido la necesidad de hacer más eficiente la producción y distribución de alimentos. Actualmente, la Comisión Europea está trabajando en una iniciativa que tiene entre sus objetivos la producción eficiente y resiliente de alimentos. Los últimos acontecimientos geopolíticos han demostrado la fragilidad de nuestro continente en el abastecimiento de alimentos, a pesar de tener una producción muy rica.

Es la educación la mejor manera de conseguir este cambio?

La educación tiene un papel importante. Vivimos en una sociedad de consumo que crea necesidades que nunca habíamos tenido. Además, las opciones de producción todavía están vinculadas a la demanda. Esto hace que creamos que, a través de una mayor conciencia de los límites de nuestro planeta y de nuestras necesidades reales, podremos ejercer mejor nuestra capacidad de influir en la evolución del sistema productivo.

El equipo de ‘Mangia e piensa’ tuvo la oportunidad de descubrir el proyecto ‘Pesa y Piensa’ en la primera visita técnica del proyecto ‘Ecoswate 4 Food’ celebrada en Cataluña. Qué puntos en común destacaría en la ejecución de los dos proyectos?

Sin duda, el que más nos impactó de la experiencia catalana fue la implicación de los alumnos en el pesaje de los alimentos dejados al plato. Por nosotros fue un reto incluir una actividad de este tipo en la rutina escolar en Italia. La actividad de pesaje ha estimulado muchas actividades didácticas, relacionadas con las matemáticas, las ciencias naturales o el inglés. El proyecto catalán nos ha servido de inspiración para actividades intergeneracionales, como llevar los abuelos a clase, y también para sembrar huertos en la escuela. Por otro lado, también me gustaría desmanchar el valor de la implicación de toda la comunidad educativa; no solo el profesorado, sino también el personal de la escuela y del comedor y las familias. Fue una lástima que tuviéramos que limitar algunas actividades por la pandemia. Espero que se puedan retomar pronto y que se extienda hacia otras escuelas de nuestra ciudad, tal y como teníamos previsto. Finalmente, me gustaría destacar que este proyecto no habría sido posible sin el entusiasmo y disponibilidad de Campos Estela y de la Agencia de Residuos de Cataluña.